Foro: La Hna. Nancy ha resaltado los tres elementos constitutivos de la sinodalidad: comunión, participación y misión. Teniendo presente la unción del Espíritu y la fidelidad creativa que nos están impulsando a buscar modos evangélicos de renovación, desde nuestros servicio ministerial, allí donde estamos planificación la acción pastoral, los y las invitamos a compartir ¿Qué implica tener presente estos elementos constitutivos? ¿A qué me compromete? El proyecto que voy a diseñar, teniendo como fundamento la comunión, la participación y la misión ¿Qué pide de mí?
Su aporte no debe superar las 300 palabras.
Ha sido muy oportuna ver el desarrollo de la sinodalidad desde el Concilio Vaticano II hasta el magisterio del Papa Francisco, quién al celebrar los 50 años del Concilio, tuvo esta visión profética de incentivar la eclesiología de Pueblo de Dios en camino sinodal.
Los tres elementos constitutivos de la sinodalidad: comunión, participación y misión, se lo hace viviendo el discipulado desde la espiritualidad y la mística de comunión teniendo presente la unción del Espíritu y la fidelidad creativa que nos impulsa a buscar modos evangélicos de renovación, desde nuestros servicio ministerial, allí donde estamos planificando la acción pastoral de manera armónica, recíproca, corresponsable y global, donde se apasione por Jesucristo y su Reino que, desde la diversidad de sus carismas embellezca la Iglesia con su compromiso transformador de las estructuras injustas; teniendo principios de:
Armonía: Unidad y diversidad
Corresponsabilidad: Participación y dialogo
Reciprocidad: Cultivar, proteger y vigilar
Globalidad: intuición de todo
yo había escuchado la expresión sensus fidelium, pero no sabia de donde salia, oía decir que en LG 32 donde se hace referencia a las mutuas relaciones y el sentido sobrenatural de la fe, me llevo a investigar y darme cuenta que ha sido una exortación que viene del 2014 donde se explica el sentido sobrenatural de la fe y la acción del Espíritu santo que actua sobre el creyente para comprenda y crea.
En este aspecto, el camino de la sinodalidad se va haciendo desde la comunión, la participación y la misión que es de todos los cristianos, guiados, llevados por la gracia del Espíritu Santo desde los dones y carismas que hemos recibido y enviados a una misión especifica.
La Iglesia desde siempre ha vivido la Sinodalidad, solo que ahora se nos hace
mas cercana y explicada, que es un método, no es un slogan, es un modo de vivir y explicitar la fe desde los diferentes carismas. Ahí se verifica y confirma que tenemos una Madre y Maestra acompañada y guiada por el Espíritu Santo.
El método de la Escucha y la claridad en : TODOS, ALGUNOS, UNO donde todos tenemos cabida y una misión especifica.
Tener presente la comunión, participación y misión en mi servicio implica estar comprometida a tener una formación permanente, ser hábil en la escucha atenta y un salir de mi misma para dar paso a la corresponsabilidad de hacer un camino Sinodal, formando el caminar desde el encuentro con la pluralidad de lo que somos y tener siempre presente la identidad que nos mueve por dentro.
Poner en práctica los dones y carismas al servicio de la misión porque en las bautizadas y los bautizados actúa la fuerza del Espíritu Santo nos hace infalibles y nos impulsa en el que hacer como Pueblo de Dios.
El proyecto que voy a diseñar me pide un cambio total para servir desde el corazón a las personas que me rodean, direccionar mis acciones dando paso a la participación, a la escucha recíproca, al discernimiento, al consenso y tener siempre presente que el Espíritu Santo nos interpela para tomar las mejores desiciones para juntos en comunión vayamos haciendo camino sinodal.
En el proyecto que estamos llevando a cabo un grupo pluridisciplinar de laicos implica y pide de nosotros, en relación a la COMUNIÓN, vivir la diversidad como un don, porque cada integrante del grupo PARTICIPA aportando su bagaje interior como riqueza para todos en los temas trabajados en cada encuentro, siendo cada vez más conscientes de la unción del Espíritu que nos habilita y nos llama a poner al servicio de los demás los dones que hemos recibido de Él. Por último, con relación a la MISIÓN tenemos como gran el desafío el crecer en el diálogo, la escucha y la capacidad de encuentro.
La reflexión en torno a sinodalidad y magisterio nos ofrece unas líneas fundamentales que caen bien en el momento actual de la iglesia, urgida de reforma. Pero no de autoritarismos sino de colaboración entre todos sus miembros. Una reforma que vaya generando: comunión, participación y por supuesto misión.
Todos estos elementos integrados generan un caminar juntos desde la experiencia de lo “inter”. Y para llegar a un renovado modo que posibilite a la Iglesia vivir su vocación con fidelidad creativa, es necesario pensar en la igualdad desde la base, es decir desde su ser Pueblo de Dios en camino. Aquí encontramos la esencia misma de la iglesia, es decir su identidad. Esta es la tarea, recuperar la visión eclesial que la Palabra de Dios comunica y de paso lo que la Tradición ha venido enseñando en las diversas etapas de la Iglesia.
En todo lo anterior encontramos que la misión es el horizonte sobre el cual hemos cabalgado, discerniendo los caminos que necesariamente se han recorrido con sus luces y cruces. Pero siempre iluminados con la fuerza Trinitaria que impulsa todo movimiento misionero. Porque cada vez que la Iglesia sale vive su realidad como pueblo peregrino. Un pueblo que traspone fronteras. Por eso en el asumir la vocación misionera, la iglesia se redescubre y da sentido a cada uno de sus miembros. Generando así un dinamismo de fuerzas comprometidas y articuladas que construyen el todo eclesial.
La corresponsabilidad es el canal por el cual todos los bautizados dentro de la comunidad eclesial dan curso a su ser de Cristo constituyendo un cuerpo orgánico. Y la Gracia bautismal abre camino a que todo el cuerpo se irrigado por todo el dinamismo vital que empuja y jalona a todo el cuerpo a seguir en movimiento. La comunicación de cada una de las partes del cuerpo permite que todo crezcamos.
Por eso siento que la comunión se convierte en un paso obligado dentro de mí ministerio, ya que, el primer don con el que el Espíritu bendice a la comunidad es el hermano. Sin hermano no hay comunidad. Primero es la comunión y luego la función. Y la conversión pastoral es el clamor de la propuesta sinodal. Dicho sea de paso, este volver a la escucha orante de la Palabra es otro gran desafío. Si se quiere un cambio estructural debemos acoger la conversación espiritual, como medio por el cual se escuche a Dios y la palabra sagrada del hermano. Todo esto para lograr un cambio donde se forje el consenso desde la escucha de cada voz.
siento que la comunión se convierte en un paso obligado dentro de mí ministerio, ya que, el primer don con el que el Espíritu bendice a la comunidad es el hermano. Sin hermano no hay comunidad. Primero es la comunión y luego la función. Y la conversión pastoral es el clamor de la propuesta sinodal. Dicho sea de paso, este volver a la escucha orante de la Palabra es otro gran desafío. Si se quiere un cambio estructural debemos acoger la conversación espiritual, como medio por el cual se escuche a Dios y la palabra sagrada del hermano. Todo esto para lograr un cambio donde se forje el consenso desde la escucha de cada voz.
La corresponsabilidad es el canal por el cual todos los bautizados dentro de la comunidad eclesial dan curso a su ser de Cristo constituyendo un cuerpo orgánico. Y la Gracia bautismal abre camino a que todo el cuerpo se irrigado por todo el dinamismo vital que empuja y jalona a todo el cuerpo a seguir en movimiento. La comunicación de cada una de las partes del cuerpo permite que todo crezcamos.
La misión es el centro, somos convocados para colaborar en la misión. Es una misión que requiere de la participación de todos y todas y la comunión es parte del modo de llevar adelante la misión y requiere. Desde este planteamiento, me siento interpelada a tomar conciencia de si es siempre la misión lo que ponemos en el centro o somos nosotros los que nos ponemos en el centro. Examinar esta cuestión cuando surja algún conflicto y examinar también si la comunión entre los que llevamos adelante la misión es real, ¿cómo podemos avanzar en una mayor comunión para la misión?
Creyendo en una Iglesia constitutivamente sinodal ,se me repite como moción que estamos asistiendo a un tiempo nuevo del Espíritu.Donde el centro lo pondremos poco a poco en la categoría pueblo de Dios.Desde un reconocimiento mutuo de la riqueza de cada bautizado y tomando conciencia del valor teologal de la inteligencia de la fe de cada uno.
Esto alumbra un cambio en nuestros modos relacionales,dinámicas personales y comunitarias y también de una conversión estructural.
En el proyecto que estamos trabajando para presentar,pensamos dinámicas de generación de comunidades apostólicas que ayuden a la misión compartida desde ese modo relacional.
La Comunión que funda la sinodalidad, el caminar juntos. La Participación y corresponsabilidad que brotan desde nuestra identidad bautismal. La Misión que brota de la intima unión con Dios, y desde aquí entra en unión con todo el género humano. Todas ellas íntimamente relacionadas, son las claves relacionadas entre sí, desde las que rumiamos nuestro servicio ministerial.
Jesús es el primer evangelizador, nos llamo a colaborar con Él, y nos regaló la fuerza del Espíritu. En la comunidad eclesial, cada uno ejerce su función de acuerdo a diferentes dones y carismas.
Por la gracia bautismal, conducidos por el Espíritu, todos poseemos la posibilidad de participar de las funciones: ENSEÑAR, SANTIFICAR Y GOBERNAR. Todo esto se vive desde la dimensión constitutiva de la Iglesia: koinonía/ Comunión y la realidad relativa de la diakonía/ Servicio.
Todo siempre brota y tiende a la koinonía. La comunión es previa a las funciones, anterior a los diversos carismas y ministerios, que forman la diakonía. La koinonía, ella es el eje articulador, desde ella se articulan la diversidad de diakonías.
En el proyecto que estoy elaborando, cuyo objetivo es: Profundizar en nuestro ser mujeres de comunión, para desde allí alentar a las comunidades a vivir desde su identidad de bautizados.
Estos tres elementos constitutivos que atraviesan nuestra identidad de mujeres consagradas. Es a través animación espiritual que animamos a los distintos miembros del pueblo de Dios a vivir su ser hijos y hermanos, que por la gracia bautismal, de acuerdo con el carisma recibido, tenemos corresponsabilidad con los pastores, en el discernimiento, para relacionarse, convivir y proceder en la misión de la iglesia. La Iglesia pueblo de Dios, debe repensar sus formas relacionales y dinámicas estructurales y pastorales. Un nuevo estilo relacional que garantice los ministerios en clave de servicio, PARA FAVORECER EL DIÁLOGO LA ESCUCHA Y LA CAPACIDAD DEL ENCUENTRO. Esto favorecer para vivir una forma más evangélica de vivir la autoridad como servicio.
y FORMAR EN UNA VISIÓN ECLESIAL DE LA IGLESIA, TODA ELLA MINISTERIAL
y FORMAR EN UNA VISIÓN ECLESIAL DE LA IGLESIA, TODA ELLA MINISTERIAL.
En el contexto eclesial donde convivo, la práctica efectiva de la ética organizacional de la escuela sinodal requiere espacios de reflexión y de diálogo entre la comunidad educativa, y se relaciona estrechamente con la promoción de la comunicación, la participación y el respeto de la individualidad como elementos constitutivos de la COMUNIÓN – PARTICIPACIÓN – MISIÓN.
“El principio de inteligencia exige hacerse entender… el principio de la sabiduría busca el elemento místico y el principio ético los contiene todos”, por lo que en la escuela católica, la cultura organizacional deriva de un carisma, de una espiritualidad y un estilo pedagógico que le confiere identidad y permite que los miembros de esta organización, ejerzan sus deberes en un clima agradable para la misión compartida, definida por San Juan Pablo II “en una verdad buscada con lealtad, método y responsabilidad”.
Por lo antes expuesto, considero que mi proyecto de discernimiento personal, es propicio poner en práctica los elementos resaltados por la Hna. Nancy en sus discertaciones.
Con afecto
Gladys Rojas Peña.
Mérida – Venezuela.
En el contexto eclesial donde convivo, la práctica efectiva de la ética organizacional de la escuela sinodal requiere espacios de reflexión y de diálogo entre la comunidad educativa, y se relaciona estrechamente con la promoción de la comunicación, la participación y el respeto de la individualidad como parte esencial de los elementos constitutivos de la COMUNIÓN – PARTICIPACIÓN – MISIÓN .
“El principio de inteligencia exige hacerse entender… el principio de la sabiduría busca el elemento místico y el principio ético los contiene todos”, por lo que en la escuela católica, la cultura organizacional deriva de un carisma, de una espiritualidad y un estilo pedagógico que le confiere identidad y permite que los miembros de esta organización, ejerzan sus deberes en un clima agradable para la misión compartida, definida por San Juan Pablo II “en una verdad buscada con lealtad, método y responsabilidad”.
Por lo antes expuesto, considero que en mi proyecto de discernimiento personal los planteamientos de la Hna. Nancy en su ponencia me da luces para orientar mi trabajo en la pastoral educativa.
Con afecto
Gladys Rojas Peña. Mérida – Venezuela