“Es necesario tener presente que “caminar juntos” puede ser entendido según dos perspectivas diversas, fuertemente interconectadas. La primera mira a la vida interna de las Iglesias particulares, a las relaciones entre los sujetos que las constituyen (en primer lugar, la relación entre los fieles y sus pastores, también a través de los organismos de participación previstos por la disciplina canónica, incluido el sínodo diocesano) y a las comunidades en las cuales se articulan (en particular las parroquias). Considera, además, las relaciones de los obispos entre ellos y con el Obispo de Roma, también a través de los organismos intermedios de sinodalidad” (
Documento Preparatorio del Sínodo sobre la sinodalidad 28). “La segunda perspectiva considera cómo el Pueblo de Dios camina junto a la entera familia humana. La mirada se concentrará así́ en el estado de las relaciones, el diálogo y las eventuales iniciativas comunes con los creyentes de otras religiones, con las personas alejadas de la fe, así́ como con ambientes y grupos sociales específicos, con sus instituciones (el mundo de la política, de la cultura, de la economía, de las finanzas, del trabajo, sindicatos y asociaciones empresarias, organizaciones no gubernamentales y de la sociedad civil, movimientos populares, minorías de varios tipos, pobres y excluidos, etc.)” (
Documento Preparatorio del Sínodo sobre la sinodalidad 29).
El documento sobre la
Sinodalidad en la vida y en la misión de la Iglesia publicado por la
Comisión Teológica Internacional, explica cómo
caminar juntos —o
sinodalidad— se refiere a una “dimensión constitutiva de toda la Iglesia”, porque se trata de “la específica forma de vivir y obrar/operar (
modus vivendi et operandi)”. Se trata de una realidad que toca el vivir y el obrar de toda la Iglesia, lo cual supone revisar “relaciones y mentalidades” (
ser) y “dinámicas comunicativas y estructuras” (
operar), a la vez. Todo esto nos lleva a reconocer que estamos ante la propuesta de construir un nuevo
modo de proceder, un nuevo modelo institucional en la Iglesia, que implicará la revisión de nuestros
estilos de vida, las
prácticas de discernimiento en común, y los modos como elaboramos y tomamos
decisiones en todos los
niveles y
estructuras de gobierno.
Con el fin de aportar a esta nueva forma de ser y proceder en la Iglesia, ofrecemos —en esta primera semana— una serie de conferencias y testimonios que nos ayudan a valorar la teología y la práctica de la sinodalidad, como son el discernimiento en común, la escucha, el manejo de conflictos y divergencias, y la construcción de consensos. Así, en esta primera semana recogemos el sentir del Sínodo sobre la sinodalidad cuando, en su Documento Preparatorio, afirma que,
“en este contexto, la sinodalidad representa el camino principal para la Iglesia, llamada a renovarse bajo la acción del Espíritu y gracias a la escucha de la Palabra. La capacidad de imaginar un futuro diverso para la Iglesia y para las instituciones a la altura de la misión recibida depende en gran parte de la decisión de comenzar a poner en práctica procesos de escucha, de diálogo y de discernimiento comunitario, en los que todos y cada uno puedan participar y contribuir. Al mismo tiempo, la opción de caminar juntos es un signo profético para una familia humana que tiene necesidad de un proyecto compartido, capaz de conseguir el bien de todos. Una Iglesia capaz de comunión y de fraternidad, de participación y de subsidiariedad, en la fidelidad a lo que anuncia, podrá́ situarse al lado de los pobres y de los últimos y prestarles la propia voz. Para caminar juntos es necesario que nos dejemos educar por el Espíritu en una mentalidad verdaderamente sinodal, entrando con audacia y libertad de corazón en un proceso de conversión sin el cual no será́ posible la «perenne reforma, de la que la Iglesia misma, en cuanto institución humana y terrena, tiene siempre necesidad» (UR, n. 6; cf. EG, n. 26)” (Sínodo sobre la sinodalidad, Documento Preparatorio 9).
Aún más, al referirse a los procesos de cambio, el Documento nos dice que “si no se encarna en estructuras y procesos, el estilo de la sinodalidad fácilmente decae del plano de las intenciones y de los deseos al de la retórica, mientras los procesos y eventos, si no están animados por un estilo adecuado, resultan una formalidad vacía. (Documento Preparatorio 27). Así planteada la cuestión, tenemos por delante una tarea epocal, la de discernir un nuevo modelo institucional para la Iglesia del tercer milenio, pero, con la novedad, de construirlo juntos, con la participación y la contribución de todas y todos bajo la dinámica del “caminar juntos” —laicos, laicas, religiosos, religiosas, pastores, Obispo de Roma. Con esta intención, ofrecemos esta primera semana del curso sobre el discernimiento en común y la construcción de consensos en la Iglesia.