La sinodalidad es la dimensión constitutiva de la Iglesia que expresa su modo de ser y operar en comunión. Ha sido definida con la expresión caminando juntos que manifiesta el espíritu de colaboración y complementariedad que existe entre todos los fieles, incluidos los obispos y el Papa como fieles, evitando cualquier intento de clericalismo o visión piramidal. Por tanto, no es un mero método funcional, sino una dinámica y forma de proceder que toca a todos y a todas en la Iglesia. El punto de partida es la noción de Iglesia Pueblo de Dios, que el Concilio Vaticano II profundiza y reconoce como el criterio fundamental para comprender la eclesiología conciliar. La sinodalidad se puede comprender hoy como la profundización y maduración de la recepción de esta eclesiología presente en Lumen gentium. De ahí, se derivan muchas consecuencias, como pueden ser pensar nuevas dinámicas eclesiales como la escucha, el discernimiento en común y la toma de decisiones en común; o la incorporación de las mujeres en todos los niveles de la vida de la Iglesia; y también la necesaria revisión y actualización del Código para una Iglesia corresponsable y participativa. Al final de la semana, se compartirán experiencias que se están realizando en los distintos continentes y dan esperanza.